martes, 15 de diciembre de 2009

Don Antonio, Don Pedro y Don José

Hacía tiempo que no compartía nada por estos lugares; la excusa más recurrente cuando alguien pregunta el por qué es la típica: “no tengo tiempo”. El otro día me pregunté si la respuesta debía ser: “es que no tengo nada interesante que compartir”. Pues bien, sentía la imperiosa necesidad de compartir la entrada de hoy. Ya lo he hecho en otros lugares, en otros momentos, en vivo y en directo… pero por eso mismo, necesitaba hacerlo, porque lo tenía olvidado.

Escuchando los comentarios de Ismael Serrano en uno de sus conciertos, comentaba que “hay habitantes que te reconcilian con la ciudad en la que habitas”. Creo que también escuché una frase más general y precisa para éste caso: “hay personas que te reconcilian con el mundo”. Tengo la inmensísima suerte de poder decir que conozco a muchas personas que me reconcilian con el mundo en el que vivo, con las situaciones en las que me veo inmerso: personas que son pequeños puntos de luz, la tranquilidad que llega después de la tormenta. Personas muy dañadas por este mundo en el que viven por haber cometido algún error, por no haber tenido gente a su alrededor o porque simplemente se dieron por vencidas en algún momento de su vida. Cansadas de ese daño continuo, de ese dolor sufrido, de que nadie haya confiado en ellas. Súper mujeres y súper hombres capaces de soportar mucho dolor y que decidieron rehacerse, renovarse, reinventarse… ¡renacer! Con la mala suerte de ser demasiado tarde para hacerlo, sobre todo, a los ojos del mundo. Personas que no tienen beneplácito de nadie, que no tienen crédito ni agradecimiento y lo que si se les otorga es una dudosa reputación. Bueno, tal vez si produzcan algo en los demás: pena. Nada más lejos de la realidad.

Mi encuentro con ellos ha sido una grandísima bofetada para mí vida. “Antes de”, me consideraba una persona comprometida y solidaria; “después de” me considero uno más. Gracias a ese encuentro he podido reconciliarme con la sociedad en la que vivo. Ellos han aportado humanidad a mi mundo, me han acercado a éste “norte” del que tanto he renegado. Me han dado esperanza y me he sentido muy apreciado. Me han demostrado con su vida que todo el mundo merece una segunda oportunidad y que todo el mundo necesita ser querido, ser amado aunque alguna vez se haya equivocado.

Con esto no quiero decir que antes de haberlos conocido nadie me había dado esperanza, ni que nunca me había sentido apreciado. Si lo había sentido antes, pero creo que es vital dejarse estremecer, dejarse provocar y sentir esa bofetada. Creo que te hace… ¡renacer!


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